Misión Imposible: ¿por qué Tom Cruise adora París?

Cuando uno se llama Tom Cruise y tiene 120 minutos para salvar el mundo (una historia de plutonio y una cuenta atrás), lo más práctico es moverse en helicóptero desde donde no perdemos de vista ni el Sena, ni los tres pisos de la Torre Eiffel, ni el ajetreo de idas y venidas en los muelles. Lo importante es tener una vista panorámica.

Una tormentosa noche, Tom Cruise y Henry Cavill aterrizan, tras haber saltado desde un avión, sobre el techo de cristal del Grand Palais. Un poco aturdidos por la caída (10.000 m de altitud no son poca cosa), cruzan la pista de baile (un lugar muy agradable para organizar una fiesta) antes de destruir por completo los baños durante una fuerte pelea. Memorable.

En el mundo de los agentes secretos se traiciona con la misma facilidad con la que se bebe un vaso de agua. Pero si quieres conspirar contra Tom Cruise, es mejor hacerlo a lo grande. La traición se fragua lejos de oídos indiscretos, en la explanada del Trocadero, frente a la Torre Eiffel. Con clase.

Nada como una cita secreta entre ex-futuros aliados para encender la mecha. ¿El lugar perfecto para el encuentro? Los jardines del Palacio Real, entre los elegantes paseos y las columnas de Buren. Podemos salvar el mundo, amar el arte y simplemente amar. Ardiente.

Como se puede ver en la imagen, Tom Cruise-Ethan Hunt está a punto de entrar en la plaza Etoile en dirección contraria. Tomando la rotonda al revés, rodeando el Arco de Triunfo, el cruce de tráfico más heavy de Francia, el héroe realiza el sueño de todos los automovilistas parisinos. Una locura.

Bien informado, nuestro héroe conoce perfectamente el acceso a las zonas subterráneas del Canal Saint-Martin, que se extiende entre la Bastilla y la cuenca de la Villette. Uno de los barrios de moda de París, entre la tranquilidad diurna y las salidas nocturnas. Esta vez, el canal acaba de salvarle la vida. ¡Ay, este Tom!