7 buenas razones para descubrir Francia este otoño

El aire es cada vez más fresco y los árboles se vuelven anaranjados: ¡no hay duda de que el otoño se acerca! Es el momento de las setas, de la increíble luz dorada y de las grandes exposiciones ineludibles... La temporada ideal para disfrutar de los tesoros de Francia, lejos de las multitudes.

Saborear los productos de temporada

Si en verano nos llenamos de frutas y verduras al sol, en otoño es la época en la que volvemos a dedicar tiempo a cocinar… ¡Y a saborear productos que no hemos tomado desde el año anterior! Nos reencontramos con los aromas de los champiñones recién recogidos, podemos disfrutar de unas setas al ajillo o de una salsa de rebozuelos. Los puestos de los mercados se llenan de todo tipo de calabazas, estrellas de las mesas de otoño, deliciosas en puré, en sopa o gratinadas.

En otoño, redescubrimos el placer de los platos guisados a fuego lento: dirígete a Borgoña para saborear un verdadero bœuf bourguignon o al Valle del Loira, Alsacia o Provenza para probar las recetas tradicionales de productos de la caza: pierna de corzo con salsa grand veneur, perdices asadas con tocino, estofado de ciervo, civet de jabalí, asado de cierva con arándanos, codornices con uvas…

Las regiones marítimas no se quedan atrás: en Bretaña o en Normandía, en otoño se disfruta de los productos provenientes del mar: bígaros, los mejillones, las vieiras y las almejas. En cuanto a las ostras, ¿sabías que se toman entre septiembre y abril? Tradicionalmente se dice las ostras son mejores los meses cuyo nombre contiene la letra “r” en francés ("janvier, février, mars, avril, septiembre, octobre, novembre, décembre").

Visitar las exposiciones de los numerosos museos

En Francia, el otoño es sinónimo de vuelta al cole y de regreso a los museos, que aprovechan este período para lanzar sus grandes exposiciones. En París, la variedad es muy amplia, desde el Louvre hasta el museo de Orsay, pasando por el Centro Pompidou, el museo de Luxemburgo, la Bourse du Commerce-Fundación Pinault, el museo Picasso, la fundación Louis Vuitton…

La cultura está en todas partes: en el MuCEM de Marsella, el museo del Louvre-Lens en Alta Francia, el FRAC Nueva Aquitania-MECA de Burdeos, el MuMa de Le Havre, la fundación Maeght en la Costa Azul, el Centro Pompidou-Metz, el museo de Arte Moderno de Fontevreaux, el Centro de Creación Contemporánea Olivier Debré en el Valle del Loira, el museo Soulages en Occitania, el museo de las Confluencias en Lyon, Les Carrières de Lumières en la Provenza… Por citar tan solo algunos de los museos más emblemáticos.

Contemplar la dorada luz

Basta con una sola imagen: la cumbre de la Sainte-Victoire teñida de un color dorado. Inmortalizada por Cézanne, la luz de otoño en Provenza es inolvidable. Los pintores fauvistas franceses no se equivocaron sublimando los colores cálidos del otoño en todos sus cuadros: Matisse o Derain no dejaron de trabajar estas luces tornasoladas tan características de esta época del año, al igual que Van Gogh o Monet, para quien el otoño en el jardín de Giverny fue una fuente de inspiración inagotable entre París y Normandía.

Pero si hay un lugar donde la luz de otoño colma los corazones más que en cualquier otra parte es, claro está, a orillas del mar. En la Costa Azul, por supuesto, cuando las localidades repletas de gente en verano recobran la calma; pero todavía más en el litoral atlántico donde se disfruta de días un poco más largos que en el resto de Francia: cuando las sombras se alargan en una playa de Normandía y los últimos rayos de sol calientan la arena en Biarritz o cuando el sol se filtra a través de los pinares de las Landas o de Córcega. El otoño no tiene nada que envidiarle al verano.

Perderse en los bosques con los colores del verano indio

Bajo las botas, la tierra húmeda exhala magníficos aromas a champiñones, el otoño es el momento de perderse en los bosques con los colores del veranillo de San Martín y San Miguel. Con tiempo seco, las hojas muertas crujen bajo nuestros pasos. En todo el bosque, los animales ultiman sus preparativos antes de la llegada del invierno. ¡No hay duda, el otoño se apodera del bosque! Esta época del año es muy diferente según las regiones francesas.

En el Valle del Loira, en Sologne, en el bosque de Chambord, en los grandes bosques de Rambouillet o de Chantilly en Ile-de-France, el otoño es multicolor. Cada especie de árbol aporta su toque de color: amarillo para los álamos, naranja para las hayas… El Bosque Chambord es un lugar privilegiado en Francia para asistir al brama del ciervo.

En las laderas de las montañas, en los Alpes, en el Macizo de los Vosgos, las montañas del Jura, en Auvernia o en los Pirineos, el otoño es ante todo bicolor: cuando esta estación comienza, los pinos se visten de verde oscuro, mientras que los árboles caducifolios lucen vistosos colores, dibujando sobre las colinas y las montañas de grandes arcos anaranjados.

En Dordoña, en Borgoña o en el País Vasco francés, las colinas se tiñen con multitud de tonos celebrando con alegría los últimos rayos de sol en una explosión de colorido.

Disfrutar de los últimos rayos del verano en una terraza

Los últimos rayos de sol en una terraza tienen un sabor especial que recuerda a los primeros de la temporada, en primavera. Con el deleite de prolongar los placeres del verano, uno saborea una copa en una terraza a la más mínima oportunidad cuando empieza el otoño: ¡con el abrigo puesto pero sin quitarse las gafas de sol!

Del norte al sur del país, las ciudades francesas instalan sus terrazas en las calles y en las plazas, ideales para cargarse de vitamina D mientras el tiempo lo permite. Para una comida rápida o un chocolate caliente, cualquier excusa es buena para sentarse en una terraza mirando a la gente realizar sus quehaceres. ¿Y por qué no tomar altura disfrutando de los nuevos rooftops en boga en París? En la Costa Azul, Lyon, Lille, Nantes, Estrasburgo, Marsella o Burdeos. Son perfectas para prolongar el verano.

Admirar el trabajo del vino y las viñas coloreadas

En la mayoría de las regiones de Francia, la vendimia está a punto de terminar cuando comienza el otoño. Es una época de gran actividad en los viñedos, donde se celebran muchas fiestas de fin de cosecha en las fincas y pueblos.

Es la oportunidad perfecta para visitar los viñedos cuando el trabajo en las viñas se calma y los viticultores encuentran algo de tiempo para compartir su pasión. El prensado, el estrujado, el encubado... Es el momento en que el trabajo en las viñas se traslada a la producción del vino. Tantas etapas y competencias por descubrir en las Rutas del Vino de Francia.

Y para algo fuera de lo común, no olvides la ruta de la sidra en Normandía...

Tomarse el tiempo por los canales

El otoño es una estación apacible para tomarse el tiempo de contemplar cómo enrojecen las hojas y se arremolinan con el viento; de sacar la esterilla de yoga para el saludo al sol por las mañanas; de sumergirse en un buen libro, de alargar el aperitivo al final de la mañana o de contar las estrellas cuando cae la noche. ¿Cómo disfrutar de toda esta contemplación sin distraerse? Apostando por un crucero fluvial por los canales o ríos franceses. En Francia abundan (¡8.500 km de vías navegables!), desde el famoso Canal del Midi en Occitania hasta los múltiples canales de Borgoña, del canal del Ródano al del Marne, pasando por Alsacia, y sin olvidarnos del Sena, que nos lleva desde París hasta Honfleur en la costa normanda…