6 jardines para seguir disfrutando del verano en la Costa Azul

Nacidos de una pasión y de un clima que permiten cualquier tipo de audacias, los jardines destacados de la Costa Azul se han convertido con el paso del tiempo en una verdadera memoria de la biodiversidad mundial. Esta es una visita guiada para una bocanada de aire puro otoñal…

Jardín de artistas, en Mandelieu

Al ver sus torres alzarse sobre el mar, cuesta creer que el Castillo de La Napoule sea prácticamente una creación reciente: la de una pareja de estadounidenses, Mary y Henry Clews, ella arquitecta y paisajista, él escultor, que dedicaron 17 años de su vida a transformar una fortaleza en ruinas en un castillo neomedieval. Y, de paso, crearon un verdadero jardín de artista con panoramas, perspectivas y pequeños rincones secretos decorados con pícaras esculturas.

Un oasis para las familias, en Niza

Su nombre inspirado de la “Phoenix canariensis”, la palmera canaria, da el tono: a la entrada de Niza, el parque Phoenix ofrece una vegetación predominantemente mediterránea. Pero este pulmón verde de siete hectáreas es también la antesala de los Trópicos: su inmenso invernadero de 25 metros de altura reconstituye seis climas tropicales y subtropicales. Y para atraer un poco más a las familias, se ha convertido en un parque zoológico con más de 2.000 animales de 70 especies, con lemúridos, ualabíes, cucaburras, martín pescador gigante...

Jardín exótico, en Eze

¿Te gustan los desiertos o los trópicos? En el jardín exótico de Eze, al pie de las ruinas de castillo medieval, no necesitas escoger entre los dos. En la zona sur, plantas crasas o suculentas conforman un decorado de película del Oeste, mientras que en la zona norte, las especies del Mediterráneo o de las regiones húmedas anuncian un jardín umbrío con cataratas y espejos de agua. Y por todo el jardín se pueden disfrutar de unas vistas fantásticas: a 429 metros de altitud, el panorama sobre el mar se extiende de Italia a Saint-Tropez.

La memoria del mundo, en Menton

La última propietaria, una aristócrata inglesa, adoraba las daturas. En Menton, su aroma embriagador sigue sintiéndose en el jardín del Val Rahmeh, que ha pasado a ser un recinto del Museo de Historia Natural. Entre las 1.700 especies procedentes de todo el mundo que crecen en él, más de un centenar son raras o protegidas. Un lugar para el recuerdo donde no hay que perderse el elemento clave: el Sophora toromiro, arbusto desaparecido de la isla de Pascua.

Jardín de coleccionista, en Antibes

Para la escritora George Sand, el jardín Thuret era “el más bello” que nunca vio. Ahora gestionado por el Instituto Nacional de Investigación Agronómica, sigue siendo un verdadero jardín de coleccionista con sus 1.600 especies diferentes de árboles y arbustos. Para permitir a los visitantes identificar estas especies, en su mayoría excepcionales, se ha creado un recorrido jalonado con algunas joyas como el Eucalyptus dorrigoensis, el mayor, con un siglo y medio de antigüedad.

Fantasía en Saint-Jean-Cap-Ferrat

Cuidado, un jardín puede esconder otro… En la Villa Ephrussi de Rothschild de Saint-Jean-Cap-Ferrat, hay nueve, todos surgidos de la imaginación de la baronesa Béatrice de Rothschild, del jardín a la francesa al jardín japonés, pasando por la rosaleda. Esta gran esteta llevaba el sentido del detalle hasta el extremo que sus empleados debían posar, disfrazados de árboles, para que pudiera ajustar el paisaje. ¿El más extraño? El jardín lapidario con su colección de bajorrelieves, gárgolas o grutescos que parecen salir directamente de cuentos fantásticos.

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