Observación de tortugas en Guayana: consejos de una naturalista

¿Qué puede haber más emocionante que asistir al espectáculo de una tortuga marina emergiendo de entre las olas para excavar su nido en la arena y poner varias decenas de huevos?

Frecuentadas con asiduidad por tres especies, las playas de Guayana se encuentran entre las más famosas del mundo para la observación de las tortugas. Anaïs Gainette, coordinadora del Plan Nacional de Acciones en favor de las Tortugas Marinas en Guayana, nos ofrece algunos consejos y anécdotas para disfrutar al máximo de esta increíble experiencia.

Unas futuras mamás de 400 kilos

Las tortugas marinas pasan casi toda su existencia en el mar y solo salen de él en raras ocasiones, cada dos o tres años, para poner, que no incubar, sus huevos. La Guayana, lugar de puesta preferido por tres especies protegidas, las tortugas laúd, las tortugas oliváceas y las tortugas verdes, es pues un destino excepcional. «Incluso es posible observar, en un mismo lugar, la tortuga más grande del mundo, la tortuga laúd -que puede llegar a pesar 400 kilos y la única sin caparazón ni escamas pues solo se protege con una corteza de cuero- y la tortuga marina más pequeña, la olivácea -que mide apenas 60 cm y pesa 40 kilos pero que puede poner hasta 110 huevos en un mismo nido-», explica Anaïs Gainette.

Unos huevos como pelotas de ping pong

«En Guayana, ¡seguro que veremos a las tortugas!», asegura la naturalista, «y en las mejores condiciones posibles porque el destino no es demasiado turístico». No existe explotación comercial ni excursiones «masivas» con circuito impuesto y de pago. Basta con pasearse por la noche con total libertad por las playas, entre febrero y finales de agosto, para disfrutar de un encuentro fortuito con una de estas futuras mamás, afanada en excavar su agujero en la arena para poner en ráfagas, como pelotas de ping pong, sus huevos por decenas. «Para no molestarlas, siempre nos colocaremos detrás de ellas», avisa Anaïs Gainette, «y utilizaremos una linterna de bolsillo con luz roja». La asociación Kwata, muy activa en Guayana en términos de protección de la naturaleza y la observación respetuosa de las tortugas marinas, distribuye unas pegatinas para colocar sobre el haz de luz de estas linternas y así atenuar su luminosidad.

Una tortuga bebé bajo la toalla

La temporada de puesta culmina a finales de agosto con las tortugas oliváceas, las últimas en trepar por la arena. Sin embargo, los huevos bien camuflados en el fondo del agujero eclosionan entre 60 y 70 días más tarde. Entonces, se produce otro espectáculo igual de conmovedor: cuando las tortugas bebés, nombre poco científico pero encantador para denominar a las crías de tortuga, se esfuerzan por salir escalando de su nido y llegar hasta el mar. «Hasta mediados de octubre, mientras tomamos tranquilamente el sol tumbados sobre nuestra toalla en las playas de Cayenne, podremos encontrarnos cara a cada con una tortuga bebé», nos cuenta Anaïs Gainette. ¡El tipo de encuentro que no se olvida jamás!

Mi carbet en la playa

Los meses ideales para la observación son junio y julio, en dos lugares principales. Históricamente, el de Awala-Yalimapo, en la reserva natural de Alama, al noroeste de Guayana y a 270 kilómetros de la capital, era el más frecuentado. Pero, hace más de una década, las tortugas laúd, en concreto, colonizaron las playas de la península de Cayenne. «Aunque hay unas 3 horas de camino, recomiendo vivir la experiencia en Awala-Yalimapo, auténtica aldea amerindia», recomienda Anaïs Gainette. «El lugar es más salvaje. Hay menos gente, la emoción es más intensa». Lo ideal es alojarse en un carbet, vivienda tradicional y muy pintoresca, y aprovechar para saborear la cocina local.

Cita en la Guayana francesa