Guadeloupe: 4 buenas razones para ascender al volcán de La Soufrière

Conocido como la vieja dama, la "vié madanm la" en criollo, el volcán de La Soufrière es el gran atractivo del Parque Nacional de Guadalupe.

Grandes o pequeños, aficionados al deporte o no, es preciso equiparse con un buen calzado, un cortavientos, un bañador y... armarse de un poco de valor. El paseo alrededor y sobre este volcán todavía activo, situado en el sur de la Isla de Basse-Terre, es un gran momento. Te damos 4 buenas razones para ir.

Disfrutar de las vistas

Punto culminante de las Pequeñas Antillas con sus 1.467 metros de altitud, la Soufrière nos regala, con cielos despejados, unas vistas de 360° y únicas del valle, la Grande Terre, el sur de Basse-Terre, el mar del Caribe y las islas circundantes: Isla de los Santos, Marie Galante y Dominica. Contemplar desde la cima un amanecer es un espectáculo inolvidable… que exigirá, no obstante, madrugar y ascender hasta la cima (en el caso de los más rápidos, unas dos horas al menos).

Sumergirse en un baño a 30 °C

El ascenso a La Soufrière se inicia en coche. A cinco kilómetros del municipio de Saint-Claude, nos encontramos con la primera parada en el camino, Les Bains Jaunes, accesible a través de una bonita pista forestal. A 950 metros de altitud, encontramos un pequeño aparcamiento pero, sobre todo, estanques de agua tibia procedente del corazón mismo del volcán. ¡Un auténtico spa natural! El agua sulfurosa a 30 grados de temperatura posee, al parecer, virtudes revitalizantes para los músculos agotados. ¡Después de caminar un buen trecho, la inmersión es toda una delicia!

Adentrarse en la flora tropical

¡Verde, verde y más verde por todas partes! Árboles gigantescos, helechos arborescentes, lianas estranguladoras, raíces ensortijadas… En el sendero parcialmente empedrado que asciende hacia la meseta de La Savane en Mulets, la selva tropical despliega sus mejores galas, azuzada por una humedad máxima. Tras media hora de caminata, llegamos a las estribaciones del volcán: el ambiente y el paisaje cambian. El viento sopla fuerte y la vegetación al alcance de la vista se marchita. En la última parte del ascenso, los líquenes y los musgos cubren las paredes rocosas para componer un magnífico tapiz rojo anaranjado salpicado de orquídeas salvajes y flores amarillas de las montañas.

Bailar sobre el volcán

No debemos fiarnos de un volcán dormido. Aunque La Soufrière se encuentra en reposo eruptivo (la última erupción importante data de 1976 y la anterior de 1797), sus burbujeantes entrañas siguen emitiendo calor a través de multitud de bocas. A medida que nos acercamos a la cima, columnas de humo y vapores sulfurosos nos lo recuerdan con un ambiente similar al de Jurassic Park. En algunos lugares, el silencio es impresionante, solo interrumpido por el simpático croar de las pequeñas ranas que han colonizado el paraje. En cuanto el olor… es inconfundible: ¡a huevo podrido tan característico del azufre!

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